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(MMXX) ¿ANNUS MIRABILIS?

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


(2020) ¿AÑO MARAVILLOSO?

Por Ernesto Parga Limón

Annus marabilis y annus horribilis son expresiones opuestas que sirven para señalar que un año ha sido, excepcionalmente, muy bueno o muy malo. El conjunto de los acontecimientos derivados de la pandemia nos ha puesto a meditar sobre esto; algunos creen que este es, por definición, un auténtico annus horribilis, que nos deja una secuela tristísima de dolor y pérdidas en muchos sentidos de nuestra experiencia humana, un año para olvidar, repiten innumerables voces, al que habrá que darle la vuelta del almanaque de nuestra vida, tan pronto como sea posible. Hay, por otra parte, otras voces que creen que este año lo debemos recordar por mucho tiempo, ya que nos dejó innumerables lecciones, al darnos un parón en seco, dicen, nos obligó a reflexionar sobre las cosas importantes (La familia, los amigos, el trabajo, la vida misma) que ya dormitaban, un tanto olvidadas, en medio del desdén por lo valioso que produjo la fiebre de la prisa por vivir a la que todos nos fuimos acostumbrando.

En definitiva, lo que es cierto es que cada uno experimenta a su manera, quizá no haya nada tan subjetivo en este mundo como el duelo y el modo en que cada persona pone cara a la adversidad que le acomete, cada cual tiene su ritmo y su manera de incorporar o de desechar parte de lo vivido.

La forma en que asimilamos el dolor y las pérdidas son, indudablemente, una manifestación más de cómo somos, de nuestras creencias, de nuestra propensión natural al pesimismo o al optimismo.

El duelo nos retrata mejor que nadie.

Hay algunos que ven negro el arroz con un solo grano negro, y los hay quienes, para verlo blanco solo es menester tener frente a su vista un solo grano blanco.

Adicionalmente hay otros factores que influyen en la manera en que le damos paso al dolor en nuestra vida; la fe, la soledad, la compañía, el deber, el gusto por servir, los dolores del pasado, etc., son elementos que de alguna manera delimitan la forma en que transitamos o nos quedamos varados en el duelo.

Explicado el subjetivo combate con la tristeza que cada uno habrá de librar por los fantasmas del 2020 y con la adversidad del porvenir, que con seguridad habrá de retornar con otra cara, yo creo que el infortunio siempre deja sus enseñanzas. El dolor nos lleva a preguntarnos por su sentido, y también a preguntar desafiantes ¿Por qué a mí? Las respuestas que afanosamente buscamos

nos conducen por vía indirecta, ahora sí, a valorar lo que perdimos, y lo que aún tenemos y a enterarnos que otros también sufren igual o tal vez más que nosotros.

Se dice que la enfermedad es el mejor referente de la salud que hemos perdido, salud que nos era tan natural, tanto, que ni siquiera recapacitábamos en su posesión y aun menos en nuestras obligaciones con respecto a ella, lo mismo puede aplicarse respecto a otras realidades que, debiendo ser centrales para cada uno: la familia, el trabajo los amigos o la vida misma; y que quizá ya eran menos que una sombra que indiferentes observábamos. Así lo ve Clive Staples Lewis: “Dios susurra y habla a la conciencia a través del placer, pero le grita mediante el dolor: el dolor es su megáfono para despertar a un mundo adormecido.”

Mi forma de entender este tema se fortalece, además, con el testimonio admirable de quienes, habiendo perdido a un ser entrañable en esta pandemia, a pesar de que esa persona querida se les arrebató de manera dolorosa e insospechada, siguen pensando que la vida merece la pena de ser vivida, acrecientan su fe, su compromiso y recuperan el valor de la generosidad. Contemplar la fuerza del espíritu humano, su capacidad de reconversión y su fortaleza es otra enseñanza más que la pandemia nos deja.

“En la tristeza pervive el amor”, nos dice Elisabeth Lukas

Muchas personas dicen haber recuperado su sentido de empatía, aceptan que el yo era el eje cardinal de su existencia, que estaban ciegos a la realidad externa a sí mismos, y que hoy, testimonian, ven con asombro la belleza en la otredad.

Así lo explica, el escritor italiano, Cesare Cantú:

“El dolor tiene un gran poder educativo; nos hace mejores, más misericordiosos, nos vuelve hacia lo importante y nos persuade de que esta vida no es un juego, sino un deber.”

Si esto es así, para muchos, si este año nos hizo mejores y más misericordiosos… todo habrá valido la pena. Annus mirabilis

Pero si todo es temporal, si este dolor resulta infecundo. Si a la vuelta de unos meses volvemos al sitio en donde estábamos; corriendo desaforados solo en pos de lo material, olvidando de nuevo lo que realmente vale. Habremos, también, perdido la capacidad de aprender las lecciones que subyacen en toda adversidad. Entonces sí que este será un año horrible.

¡El más horrible de todos!

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