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Ebrard: psicópata del poder

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


INDICADOR POLÍTICO

Carlos Ramírez

En una entrevista cómoda con el incómodo periodista Jorge Ramos, el mejor alcalde del mundo Marcelo Ebrard mostró un dato más a su perfil psicopolítico: la esquizofrenia…, o en todo caso, la capacidad para ignorar el entorno.

En un exilio francés estilo Plutarco Elías Calles cuando el presidente Cárdenas lo echó del país por andar metiéndose en los espacios del poder presidencial y querer gobernar desde enfrente de Los Pinos, Ebrard dice tener la obsesión de ser presidente de la república. Sin embargo, se niega a reconocer el escrutinio público a su carrera como funcionario público.

Su afirmación de que se ha preparado para ser presidente podría no resistir un análisis político: toda su carrera política ha sido a la sombra de alguien o aferrado a una figura mayor. El periodo 1982-2000 fue impulsado por Manuel Camacho Solís y del 2000 al 2014 fue parte del establo político de López Obrador. Al querer marchas en solitario, Ebrard no ha hecho más que rebotar contra las paredes.

Si alguna oportunidad tuvo Ebrard para ser cuando menos candidato presidencial, ésa la desechó por sumisión. De acuerdo con datos y percepciones del 2011, Ebrard estaba más adelante que López Obrador en las encuestas. Pero como la fuerza mediática era del tabasqueño y se había encaprichado con la candidatura por segunda ocasión, Ebrard aceptó con sumisión declinar.

Como en política los hubiera son sólo la satisfacción de los derrotados, el escenario electoral de todos modos hubiera sido otro con Ebrard como candidato del PRD y Peña Nieto por el PRI. En términos reales, Ebrard hubiera sido más competitivo de lo que fue López Obrador. En este escenario, Ebrard y López Obrador pudieran encontrarse de nuevo en el 2018 como lo estuvieron en 2012: dos posibilidades de candidaturas presidenciales, sólo que dentro de tres años los tiempos políticos serán de desgaste.

En el fondo, Ebrard padece una psicopatía del poder, es decir: es un psicópata del poder. De acuerdo con la definición del diccionario de la Real Academia, la psicopatía es una “anomalía psíquica por obra de la cual, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece”. Es decir, se trata de la enfermedad del poder por el poder.

A partir de su caída en desgracia cuando fracasó en su intento de querer manipular a su sucesor en la jefatura de gobierno del DF, Ebrard ha tenido que encarar una larga agenda de pasivos políticos y administrativos. Por sus espacios políticos, Ebrard es una incomodidad para perredistas, funcionarios del gobierno capitalino y lopezobradoristas.

Como político, Ebrard ha sido una posición política de sí mismo. Utilizó a Camacho Solía y a López Obrador como trampolín de sus propios posicionamientos. Pero al carecer de una estructura política y de una organización de seguidores, sus posibilidades de lucha política han sido nulas: se peleó con el PRI, abandonó al Verde, dejó tirado el Partido de Centro Democrático, se hizo perredista por conveniencia, manipuló sus relaciones con la maestra Elba Esther Gordillo, despreció al PRD, se alió a López Obrador para proyectarse a sí mismo y ahora se quedó en la peor de las soledades políticas: sin ser confiable a aliados y sin espacios de poder.

La entrevista cómoda con Jorge Ramos permitió precisar los contornos del perfil psicopolítico de Ebrard: la soledad de quien es una pieza política rescatable pero sin la confianza de nuevas alianzas en un escenario político ya perfilado hacia 2018. Su única posibilidad sería de convencer a López Obrador de que él, Ebrard, sería mejor candidato presidencial, pero el tabasqueño aparece obsesionado con la presidencia de la república.

Si le llegara un rayo de modestia racional, entonces Ebrard tendría que reandar de nuevo el camino con una diputación o una senaduría en el 2018 pero a cambio de olvidarse para siempre de la presidencia o esperar pacientemente que López Obrador no llegue por problemas de salud a la candidatura y entonces reaparecer Ebrard como el candidato de relevo.
Lo malo de Ebrard es que su ambición de poder lo hace desconfiable.

Famosas últimas palabras: “Estaré en México el día de las elecciones”: Marcelo Ebrard desde su exilio en París huyendo de las revelaciones de corrupciones durante su gestión en el GDF.

Es pregunta: ¿Será cierto que ex agentes del CISEN se encuentran detrás de la industria del espionaje político que hemos visto prodigarse en estas elecciones y que se alquilan al mejor postor aunque con la infraestructura gubernamental?

La crisis que viene: Las masas fuera del control corporativo se han vuelto activos para grupos de poder en la lucha de élites. Lo mismo taxistas que camioneros y hasta organizaciones afectadas por la violencia.

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