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Una mente brillante (2ª y última parte)

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


Al volver a Cambridge en 1667, Newton se dedicó a desarrollar las ideas que había concebido lejos de la universidad.

Así se iniciaba su brillante carrera, siendo invitado a impartir la cátedra de matemáticas en la propia universidad de Cambridge y más tarde, a los 30 años, fue designado miembro de la Real Academia de Ciencias de Londres, el más alto título honorífico otorgable a científicos en Inglaterra.

Durante ésta época, publicó su libro “Teoría de la luz y de los colores” y las ideas que propugnaba en esta obra, fueron refutadas por otros científicos, involucrando a Newton en una gran polémica, principalmente con los físicos Robert Hooke y Christian Huyghens.

Estas discusiones afectaron emocionalmente al retraído científico que tomó la decisión de jamás volver a publicar los resultados de ninguna de sus investigaciones. No me extrañaría que de haber vivido en la época de Galileo, posiblemente no habría publicado ni una sola línea de su vasta obra.

Sin embargo, doce años después de estas controversias (en 1648), Newton recibió la visita de su amigo Edmund Halley –el astrónomo que determinó la órbita del cometa que lleva su nombre-, quien le pidió orientación en asuntos relativos a problemas de mecánica.

Halley comprobó con gran sorpresa, que Newton pudo aclarar todas sus dudas, y además tenía ya en sus manos, totalmente estructurado, un tratado acerca de la mecánica y la gravitación universal. Y a pesar de sus propósitos de no publicar estos trabajos, Halley logró persuadirlo, animándolo y comprometiéndose, inclusive, a costear su publicación.

Después de dos años de intensa actividad, en 1686, Newton presentaba a la imprenta, la primera edición de su famosa obra “Principios matemáticos de la filosofía natural”, que en poco tiempo consagró a Newton como uno de los mayores genios de la historia.

Algunos años después de la publicación de esta obra, Newton sufrió una crisis nerviosa, de la cual logró recuperarse. Pero a partir de entonces, no volvió a elaborar ningún trabajo científico importante y comenzó a interesarse por los estudios religiosos y a escribir trabajos acerca de temas teológicos, concentrándose cada vez en esas ideas.

No obstante, me resulta increíble la ironía al haberse alejado de la ciencia para dedicarse a lo religioso, y es que al mismo tiempo recibía honores de toda clase y de diversos orígenes, como consecuencia de sus logros científicos que había realizado.

En 1699, fue nombrado Director de la casa de moneda de Londres, por lo cual recibió emolumentos muy elevados, que lo convirtieron en un hombre rico.

En este cargo, desempeñó brillantemente su misión, logrando restaurar las finanzas del país, que entonces se hallaba en mal estado. También fue miembro del parlamento inglés y en 1705, a los 62 años, fue nombrado caballero de la reina de Inglaterra, lo que le confería condición de nobleza y le daba el título de “Sir”, por lo cual empezó a ser tratado como Sir Isaac Newton.

Desde 1703 hasta su muerte en 1727, a los 84 años de edad, Newton permaneció en la presidencia de La Real Academia de Ciencias de Londres.

Empero la grandiosidad de su obra no le impidió reconocer el mérito de los trabajos de los científicos que lo antecedieron como Galileo, Kepler, Copérnico, Descartes, etc. Y con la modestia propia de algunos sabios, Newton afirmó que logró mirar mucho más lejos que otros de sus colegas porque se apoyó en “hombros gigantes”.

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