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De la responsabilidad profesional

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


Errare humanum est, sed perseverare diabolicum

Somos seres humanos y estamos expuestos al error. Errar es humano pero perseverar en el error es diabólico. San Agustín así lo hizo saber y Séneca ya lo había manejado antes. El problema del error es perseverar en él, no que exista.

De hecho, uno de los métodos más conocidos para avanzar de la humanidad es el de error-acierto. Y es del que más se aprende. Mientras uno no haya tenido la oportunidad de conocer el error, no podrá saber que está haciendo bien las cosas.

Así sucede con los profesionales en las diversas áreas del saber humano. La que usted quiera, está expuesta al error. El del ingeniero o arquitecto tiene como consecuencia que la obra se cae, pero se pierden pesos. A veces, cuando ya hay gente en el área, se pierden vidas, pero generalmente solo es dinero el que se pierde. Y prestigio, claro.

Cuando el error es del abogado, aparece lo que en derecho se llama “suplencia de la queja deficiente” y que en lo personal he denominado “de la incapacidad de los abogados”, que no es más que la oportunidad de que la autoridad subsane el error cometido por el autor del escrito, que generalmente es un abogado aun cuando a veces, puede ser el propio litigante quien lo haya redactado. De todas maneras, que en la radicación aparezca que la autoridad ha enderezado la demanda por el error de quien la presentó o que en la sentencia aparezca la frase “supliendo la deficiencia de la queja”, deberían de ser motivos para suspender la licencia para ejercer del abogado.

En el caso de los contadores, se equivocan y mientras Hacienda o el seguro o los demás que nos cobran a los mortales no se den cuenta del error, pueden presentar una declaración complementaria “espontánea”, es decir, sin que haya mediado requerimiento y ¡listo! Error corregido. Aquí no ha pasado nada.

Sin embargo, a los médicos no se les concede oportunidad de una corrección espontánea extemporánea, es decir, una “segunda oportunidad” como en la escuela, ni tampoco tienen la “suplencia de la deficiencia del conocimiento”, pues a la hora de la cirugía, cuando los ayudantes son simples observadores sin derecho a opinar y el galeno es visto casi como un dios, no hay a quién preguntarle si va bien el corte, si lo que se está haciendo es correcto o si lo que se hizo fue lo mejor. Ni habrá tampoco quién entre a enmendar la plana cuando las cosas ya están hechas.

Hace apenas dos o tres días tuve conocimiento de la noticia de que un grupo de médicos de Guadalajara fueron acusados de cometer… ¿Homicidio? ¿Asesinato? Fueron culpados por el padre de un menor que murió.

Entiendo perfectamente el dolor del padre, tanto, que no existe una palabra que defina a quien ha perdido un hijo. A quien pierde a sus padres, se le llama huérfano. Al cónyuge, se le denomina viudo o viuda, según sea el caso. Pero cuando falta un hijo… es tanto el dolor que nadie se ha atrevido a ponerle nombre a ese estado de desesperanza total. Entiendo al padre.

Ahora bien, los códigos, es decir las leyes vigentes, tienen tipificados los delitos cometidos por profesionales. Que el prevaricato y cosas así, como también la iatrogenia se castiga. La mala praxis es penada. ¿Pero quién y cómo determina que existe o existió ese error o mala práctica?

En todo caso, dicen los cánones que teniendo el motivo tenemos al asesino. En el caso de un menor que es atendido por profesionales de la salud cuya función es apoyar la vida, no privarla, que buscan cómo ayudar, no cómo perjudicar, no vamos a encontrar un motivo para cometer el delito, es decir, para encuadrar la conducta típica antijurídica que la ley requiere para que existan el delito y el delincuente.

Que el delito es culposo y no doloso. Hay que aclarar que culposo es cuando no existe la voluntad de cometer el daño o el hecho y de todos modos sucede y se es responsable y que doloso es cuando el hecho o la conducta se realiza con pleno conocimiento de causa de lo que va a suceder y a veces, el hecho de que no suceda es ajeno a la voluntad del, ahora sí, delincuente.

Pero al del delito culposo no podemos llamarlo así, delincuente, con esa facilidad. Si, existe el delito, pero no la intención. Y hay muchas causas por analizar en torno a cada hecho en particular. No se puede juzgar con ligereza y aseverar sin más que éste o aquél son responsables “porque así me dijeron”. No señores, ya no más en nuestro México ha de darse ese tipo de situaciones.

Tal vez, solo tal vez y lo dejo aquí asentado para casos futuros, el problema de fondo sea la educación. La forma, medios, métodos y políticas que se han seguido en México en educación o más bien, en la instrucción formal, la de las escuelas y universidades, que la educación se aprende en casa.

Y dejo también, la viñeta que el gran Quino realizara utilizando la frase: errare humanum est.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

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