Por Pegaso
FABULAS DE HISOPO
En el ejido Las Anacuas vivía un campesino que tenía una hermosa hija casadera.
De todas las comunidades y ranchos cercanos venían pretendientes a pedir la mano de la joven, pero el campesino no se decidía por ninguno.
Un fiero león que por muchos años había aterrorizado la comarca con sus grandes dientes y sus afiladas garras vio desde lejos a la encantadora damisela y quedó prendado de sus encantos.
Luego de darse un festín con un jugoso borrego, llegó hasta el jacal y tocó la puerta.
El labriego salió y se asustó tremendamente al ver a la fiera enfrente de su casa, aún con la sangre fresca del borrego en sus fauces.
Su primera intención fue tomar su rifle, pero el león lo detuvo diciendo:
-Buen campesino, sólo vine a pedirte la mano de tu hija porque me he enamorado de ella.
-Temeroso del león, el campesino le pidió algo de tiempo para pensarlo, ya que tenía que decidirse entre tanto pretendiente.
Y así, en los primeros dos días el león mató a los pretendientes que se acercaban con la intención de llevar algún regalo a la zagala.
Al ver que la tardanza en dar una respuesta había causado la muerte de los mozos, llamó al león y le dijo: Mira, con gusto te concedo la mano de mi hija porque me pareces un buen partido para ella, pero sólo con una condición…
-Dímela y te prometo que la cumpliré,-dijo el león, quien realmente estaba enamorado de la joven y deseaba desposarse con ella.
-Te daré la mano de mi hija a condición de que te quites los dientes y las garras, porque eso es lo que le da miedo de tí.
Así lo hizo el león.
Cuando se presentó nuevamente a la casa del campesino, éste agarró su escopeta y le disparó hasta echarlo de la comarca, confiado ya en que el león no tenía garras ni dientes.
MORALEJA: Nunca te despojes de todas tus defensas pues fácilmente serás vencido por los que anteriormente te temían.
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