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AL VUELO-Caza

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


Por Pegaso
Andaba yo volando allá, por la plaza principal Miguel Hidalgo, viendo cómo la imagen de la ciudad empieza a cambiar, volviéndose todo azul con palomitas blancas; también observaba la gran cantidad de personas que están en espera de que se les asigne a alguna dependencia municipal, haciendo «changuitos» para quedar en un buen lugar. «La feria del hueso», le puse en el grupo de Pegaso, por su similitud con las ferias del empleo, puesto que algunos hasta sus currículums en carpetas amarillas llevaban.

Pero bueno, decía que andaba volando y tras aterrizar afuerita de un céntrico restaurante me encontré con un amigo también conservacionista como yo y nos fuimos a tomar el consabido cafecito.

Ya sentados a la mesa, empezó a platicar del tema de la cacería, una actividad que lleva practicando muchísimos años.

Me mostró algunas fotos de la última jornada, el pasado primero de octubre, en un rancho cercano a Reynosa, a un lado de la brecha El Becerro.

Veíase en una foto nocturna un enorme venado de diez puntas, comiendo del maíz que habían regado los cazadores.

-¿Mataron al venado?-fue mi pregunta.

-No, no lo matamos. No es temporada de caza.

La idea de ir al rancho y pasar la noche en vela hasta las tres o cuatro de la mañana fue solamente capturar en fotos al escurridizo rumiante. La temporada de caza empieza, me dijo, en el mes de noviembre.

-A mí en lo particular la cacería no me parece un deporte,-le dije.

Y aquel apasionado de esa actividad me respondió que sólo el que lo practica entiende el concepto, ya que se requiere, como primer requisito para cobrar una pieza, acercarse lo más posible al animal, evitando que éste lo llegue a barruntar el peligro.

-Tienen unos órganos en las patas para detectar cualquier vibración del suelo,-me explicó.

Mi amigo utiliza el arco compuesto para cazar. Se trata de un artefacto letal a cortas distancias y puede atravesar a un venado sin ningún esfuerzo.

Me explicó también que hay que tener un espíritu conservacionista para practicar esta actividad, puesto que sólo deben matarse a los machos viejos, aquellos que ya no pueden tener descendencia. Por esa razón los cazadores expertos siempre buscan ejemplares de muchas puntas.

En una manada, por ejemplo, siempre hay un macho alfa, que evita que los más jóvenes monten a las hembras. Eventualmente, uno de ellos reta al alfa y si gana, se queda como jefe de la manada y el derrotado tiene que retirarse.

Son esos venados, los que ya cumplieron con su papel en el eterno ciclo de la vida, los que deben ser el blanco preferido.

Cazadores bisoños hay que le tiran a todo lo que se mueve.

Me decía mi amigo que es necesario hacerlos comprender de la enorme importancia que tiene mantener una población sana de animales, no solamente de venados, sino de otras especies.

Por ejemplo, en ocasiones crece desmedidamente la población de jabalíes, los cuales arrasan con los cultivos de maíz.

En esos casos no es necesario, sino imprescindible, que se lleven a cabo acciones de control.

El tema de la cacería es una pasión para muchos rancheros de la región, pero también, en épocas pasadas, fue una actividad muy rentable.

Al restaurant Sam’s, que está ubicado en la Zona Rosa y que ahora sólo funciona como estacionamiento, llegaban todavía en la época de los sesentas y setentas una gran cantidad de personas provenientes de Estados Unidos y Canadá.

Esos turistas cinegéticos derramaban grandes cantidades de dinero entre los rancheros, caporales, guías, restaurantes y hoteles.

Ahora, en nuestros tiempos, vemos cómo algunas propiedades rurales empiezan a ofrecer esa alternativa a los cazadores locales.

Si se le da la suficiente promoción, dentro de poco veremos el renacimiento de una actividad que había caído en el olvido.

Todo se puede hacer, pero con criterio conservacionista.

Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: «El individuo que es persistente, consigue la suspensión de los signos vitales del ejemplar de Odoicoletus virginianus». (El que porfía, mata venado).

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