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No existe rúbrica para la vida.

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


La palabra rúbrica, que yo siempre relacioné y entendí como lo hacen el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua y cualquier otro diccionario, aún de medio pelo, ha cambiado, según nuestros genios en educación, de ser: rúbrica: (Del lat. rubrīca, der. de ruber, rojo). 1. f. Rasgo o conjunto de rasgos de forma determinada, que como parte de la firma pone cada cual después de su nombre o título, y que a veces va sola, esto es, no precedida del nombre o título de la persona que rubrica; a como lo entienden Wikipedia, rincón del vago y otras páginas poco confiables de internet: Una rúbrica es un conjunto de criterios y estándares, generalmente relacionados con objetivos de aprendizaje, que se utilizan para evaluar un nivel de desempeño o una tarea.

Ahora, en materia de educación, rúbrica son el conjunto de instrucciones para desarrollar un trabajo y los alumnos piden que la rúbrica sea lo más claro posible, que abarque todo para así, no cometer errores. Tal vez, tengan razón, pues siempre es maravilloso saber a qué atenerte cuando te encargan una cosa, pero no siempre tiene uno las instrucciones a la mano y lo más grave, la vida no viene con rúbrica.

Acabo de tener el privilegio de estar con educadores de primer nivel y en la mesa, surgieron los comentarios acerca de nuestros alumnos y cada uno, así los sentí, trató de demostrar que los suyos eran los mejores. Claro, yo también así lo dije.

Uno de los comentarios que más me impactó fue cuando un maestro comentó que ahora los muchachos quieren rúbrica para todo y yo, con cara de conocedor, empecé a opinar. Sin embargo, cuando explicó que había pedido un trabajo y les aclaró que no había más información que el nombre del tema, los alumnos se sintieron perdidos. Les ayudó, les dio parámetros (que ahora se llaman rúbrica) y lograron terminar su trabajo. Sin embargo, el día de la clase les cambió las reglas y ahí fue cuando se dio cuenta que ninguno pudo entregar el tema desarrollado. Es decir, mientras le proporcionas al alumno barandales que le permitan sostenerse, puntos de apoyo para mover el mundo y un soporte suficiente, hacen todo. Pero la realidad, la vida de verdad, la que está atrás de la puerta esperándonos para hacernos sufrir, esa no tiene rúbrica ni te permite ensayar el tema y mucho menos, te concede segunda o tercera oportunidad. La vida es cruel y más, cuando egresas de una institución de educación superior con grado de licenciatura, especialidad, maestría o doctorado y de pronto, te das cuenta que no eres capaz de sacar la vida adelante, a pesar del título que te avala como “experto”.

La verdad, los alumnos ahora han aprendido que todo viene con instructivo, con manual del usuario y así han manejado su vida y sus problemas. Insisto, la realidad no tiene instructivo y los problemas de la vida no son todos iguales ni pueden manejarse por catálogo.

Comentaron y yo también lo recordé, aquellos exámenes maravillosos, orales, en los que el maestro tenía la más amplísima facultad de interrogar sobre cualquier tema de la materia. Ahora, se ha ido acotando de tal manera que el maestro solo puede preguntar “de lo que está subrayado”.

Jamás un maestro me entregó un cuestionario para estudiar, ni mucho menos me desarrollaron “mapas mentales” ni me dieron una rúbrica de cómo redactar un tema. Le daban a uno el nombre del tema y a darle, a inventar todo usando los conocimientos previos.

Por eso hoy si no le explicas al alumno de manera detallada cómo quiere uno la tarea, el estudiante se ve perdido. Por eso, cuando egresan, al enfrentar problemas reales que no vieron con rúbrica en el salón, sienten que el mundo ha terminado.

Ahora dicen que al alumno hay que darle armas para la vida. Que hay que hacerlo competente. ¿Cómo va a lograr ser competente si no es capaz de resolver un problema sin la fórmula en la mano?

En la creatividad, en el ingenio, en la libertad para generar pensamiento está el futuro de México. No lo sujetemos con unos paradigmas caducos, con unos parámetros ya abandonados, con una rúbrica que no sirve. Démosle al joven la posibilidad de ser y hacer las cosas por sí mismo, la libertad de cometer lo que algunos denominan errores que produce esa enfermedad a la que le dicen “juventud” y que se cura con los años, pero que es la fuente de los grandes cambios, porque el joven no conoce el sabor de la derrota ni tampoco está en su diccionario la voz “no puedo”.

No debemos negarle a México la opción de salir adelante.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

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(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)