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AL VUELO-Menchú

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


Por Pegaso

Volando de acá para acullá me enteré de la visita de Rigoberta Menchú a Reynosa para dictar una rueda de prensa denominada «Mujeres, formadoras de paz», a instancias del DIF municipal.

Estuvo hoy, en punto de las 12:00 Hs. en la sala de reuniones del Hotel Holiday Inn Del Prado, evento que constituye un preámbulo a la serie de actividades relacionadas con el festejo del 268 aniversario de la Fundación de Reynosa.

La indígena, Premio Nobel de la Paz en 1992, es una activista de los derechos humanos nacida en Chumel, Ustapán, Guatemala, en 1959, si hacemos caso a su biografía.

Forma parte de la etnia maya-quiché y su infancia estuvo marcada siempre por la pobreza, la discriminación racial y la represión.

Chaparrita, cachetoncita y con un cuerpecito que me recuerda a las bodoquitos del zumba, tiene en su haber una larga trayectoria de lucha pacífica contra el régimen político de su país, escudándose en una ideología llamada cristianismo revolucionario o teología de la liberación.

Debido a las persecuciones de que fue objeto en su país natal, se exilió en México, donde se dio a conocer al publicar su autobiografía, en 1983. Recorrió varios países donde denunció la situación precaria de su pueblo y consiguió ser escuchada en las Naciones Unidas.

Fue un largo recorrido y una lucha tenaz hasta que en 1992 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz, regresando después a su país, ya investida como adalid de los derechos humanos a nivel internacional, desde donde continúa denunciando las injusticias que se siguen cometiendo en Guatemala y en otros países de América Latina.

Otra biografía señala que, aparte de ser Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO y de haber ganado el Premio Nobel, también se hizo acreedora del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 1998.

En el 2007 pensó que su popularidad la llevaría a la presidencia de su país y se postuló por la coalición de partidos WINAQ y Encuentro por Guatemala, quedando en un nada honroso quinto lugar, con apenas el 3% de la votación.

En el 2011 quiso repetir la experiencia pensando que a lo mejor sus coterráneos se habían equivocado al votar, pero el resultado fue aún más desastroso, quedando en sexto lugar con el 3.27% de los votos.

Si me hubiera preguntado en aquel entonces, yo le habría propuesto que antes de aceptar una candidatura se hubiera asesorado con los mapaches del PRI o del PAN de México.

Así, al menos ganaría una diputación o senaduría plurinominal, para ella o para alguno de sus familiares.

Algo curioso dentro de su historia personal-si alguien la quiere ver, está en la Wikipedia-, es que se ha puesto en duda la autenticidad de algunos pasajes de su vida que relata en la autobiografía que publicó en 1983.

Según el antropólogo gringo David Stoll en su libro «Yo, Rigoberta Menchú y la historia de los pobres guatemaltecos», parte de esa biografía es falsa porque incluye hechos que Rigoberta no vivió.

Es decir, los datos se tergiversarion o exageraron, como el hecho de que, en realidad su familia no había estado nunca en condiciones de esclavitud en las plantaciones de café, que tampoco estuvo ella presente cuando su hermano fue quemado vivo en medio de una plaza. El estudioso asegura además, que Menchú no era analfabeta y que había estudiado en un colegio privado.

De esa forma, se niega la legitimidad del premio Nóbel que Rigoberta recibió.

Por supuesto, la activista se defendió, y en una entrevista al diario El País de España, admitió que estuvo en el Colegio Belga, pero como trabajadora doméstica, no como estudiante.

En sucesivas entrevistas ha defendido el honor de su familia, especialmente de su padre a quien Stoll ha ofendido «de manera imperdonable».

En 1999 calificó al estudioso como «fundamentalista religioso contrainsurgente», quien sostenía que los militares guatemaltecos mataron porque los provocaron.

Hoy estará en Reynosa este controvertido personaje, con su vestimenta típica de los indígenas mayas-quiché, su colorida gorrita y su bolsa de tela al hombro.

Estará, me imagino, custodiada por elementos de la Policía Federal, para garantizar su seguridad, así como con algunos acompañantes de su país.

Dará la rueda de prensa y posiblemente una plática abierta a la sociedad en torno al tema de la mujer y su papel en el proceso de lograr la paz social.

A propósito, ¿cuál es el segundo apellido de Rigoberta Menchú?

Durante algunos años, después de saltar a la fama, el chiste o albur de moda era hacer esa pregunta capciosa a algún amigo.

Como casi nadie se sabía la respuesta y tras unos momentos de vacilación por parte de su interlocutor, el que preguntaba decía con un gesto triunfal: «¡Farías! Ahora dilo completo». Y el incauto caía en la trampa: «Rigoberta Menchú Farías».

Para que mis escasos lectores no caigan en la burla, les diré que el segundo apellido es Tum, Rigoberta Menchú Tum.

Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: «En el momento en que el ave rapaz denominada Strix occidentalis lucida emite su característico sonido gutural, el indígena perece de manera inevitable». (Cuando el tecolote canta, el indio muere).

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