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AL VUELO-Apología

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


Por Pegasso

Anoche, recostado en un mullido cumulonimbus, me dispuse a revisar mis correos electrónicos y a checar las redes sociales para ver los más recientes «memes» elaborados por la agudeza y picardía de los mexicanos.

En los últimos días, quienes más acaparan la atención de los «memólogos» son la flamante diputada federal Carmen Salinas y el presidente Peña Nieto.

De Carmen Salinas todo se puede esperar. La foto donde sale haciendo una señal obscena con el dedo medio de su mano, es una reminiscencia de las cientos de películas de ficheras que protagonizó durante muchos años.

O sea, que el personaje de «La Corcholata» se le quedó pegado para siempre.

Del presidente quiero hacer una apología.

Veo que tal vez con toda razón sus críticos se ufanan en atacarlo, ridiculizarlo y ofenderlo.

Digo que con toda razón porque llegó al poder con la complicidad de Carlos Salinas, porque se valió de la compra de conciencias mediante vales de Soriana, porque, ya en el poder, ha incurrido en abusos absurdos, como el episodio de la «casa blanca» de su esposa; le han estallado graves problemas, como el de Ayotzinapa, y para acabarla de amolar, no lo bajan de burro por sus equívocos ante el micrófono.

Peña Nieto no es tampoco santo de mi devoción, pero quiero acentuar algunos puntos que sustentan este intento de apología:

-Primero: Impulsó las reformas estructurales que tanta falta hacían al país.

-Segundo: Muchos países le reconocen ese mérito.

-Tercero, y tal vez lo más importante: La gente lo sigue.

Sí. En las redes sociales, desde el anonimato, puede haber miles de razones para no creer en él, pero lo que se ve en los eventos públicos es otra cosa.

En su campaña para Presidente de la República vino a Reynosa por primera vez, a un evento en el Parque Cultural.

Lo que ví es que la multitud esperaba con gran expectación su llegada. Cuando se sentó en el estrado para presidir el evento, todos estaban en silencio. Y cuando habló, no dijo ninguna pendejada.

Finalizado el evento, tardó todavía una hora para subirse a su vehículo que lo llevaría al aeropuerto, porque cientos de mujeres y jóvenes querían tomarse una «selfie» con él. Y Peña Nieto, siempre sonriente, se colocaba cachete con cachete, tomaba él mismo el teléfono celular y accionaba el obturador. Luego iba con el siguiente, y así, sucesivamente, con el nerviosismo de los elementos del Estado Mayor Presidencial que deben cuidar de su integridad.

Esa fue la primera vez que lo ví en vivo y a todo color.

La segunda fue durante la inauguración del Viaducto, donde tuvimos que pasar varios filtros de seguridad.

Había miles de personas de todos los estratos socioeconómicos esperando el camión que los llevara al punto donde se realizaría el evento.

Antes de su llegada cayó uno de los aguaceros más fuertes del año, inundándose por completo el interior del entoldado.

Aún así, llegó Peña Nieto, acompañado por sus inseparables guarros, con una actitud festiva, saludando a la gente, con una sonrisa de oreja a oreja.

Tardó media hora o más en llegar hasta la tarima donde ya lo esperaban el Gobernador y varios secretarios de Estado. Nuevamente, mujeres, jóvenes y hasta uno que otro viejón se tomaron la «selfie».

Escuchó a los oradores, le tocó el turno de hablar y nuevamente, no se le salió un sólo disparate.

Al terminar, bajó del entarimado, saludó con la mano levantada y se subió al vehículo oficial que lo llevaría hasta uno de los helicópteros y luego al aeropuerto, donde ya lo esperaba el avión presidencial.

¿Y qué pasó con la gente?¿Se quedaron echando madres por el tiempo que los hizo esperar?¿Estaban malhumorados por la tormenta y el zoquetal?¿Estaban mohinos porque los camiones no llegaban? ¡No, hombre! ¡Qué va! Muchos desandaron el camino de varios kilómetros hasta sus vehículos cantando y divirtiéndose, muy al estilo de la obra teatral «Bajo la lluvia».

Sí. Puede ser un hombre polémico, pero, ¿qué persona en el poder no lo es?

Yo recuerdo que Fox también fue muy popular, pero las redes sociales lo calificaban como un botarate.

De Peña Nieto hay quienes dicen que padece una enfermedad terminal, que lo están manteniendo con vida artificialmente, que el cáncer se lo está comiendo, que sólo esperan que pase diciembre para renunciar y poder designar él mismo a su sucesor.

Conozco la psicología de la gente, muy inclinada a favorecer a los más débiles, y creo que si es cierto que Peña Nieto es víctima de una enfermedad mortal y se verá obligado a dejar el poder, pasará a la historia como un gran incomprendido.

Las reformas estructurales impulsadas por su gobierno, con todas las fallas que tienen, pueden ser una base sólida para salir del hoyo en que nos metieron los últimos gobiernos, los panistas incluso.

¿Que debemos pagar nuestros impuestos? Sí.

¿Que debemos empezar a respetar las leyes? Sí.

¿Que debemos cambiar de mentalidad? Sí.

Todos estamos de acuerdo en que los mexicanos merecemos los gobiernos que tenemos, que contamos con una gran libertad, pero que la convertimos en libertinaje, que la mayoría de nosotros estamos metidos o tenemos un familiar, un amigo o un conocido que anda metido en asuntos del narcotráfico, que preferimos pasarnos un alto antes que respetar el reglamento de tránsito, que tiramos basura en las calles, que evadimos impuestos, que pensamos en nosotros antes que en nuestros semejantes y mil motivos más que marcan el estereotipo del mexicano.

Pero cuando vienen nuevas leyes que nos obligan a salir de nuestra zona de confort, entonces atacamos a la parte más visible, en este caso, al presidente.

Aquí está el refrán estilo Pegaso: «Es menester anteponer la región pectoral ante la acción ejecutada». (A lo hecho, pecho).

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(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)