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Ruiz Massieu: la transición que no fue

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


Después de las elecciones de agosto de 1994, en medio de la euforia de una victoria no impugnada pero de preocupación por la descomposición política, José Francisco Ruiz Massieu, entonces secretario general del PRI y designado jefe de la bancada del en la legislatura que inició el primero de septiembre, comenzó a hacer una indagación sobre el corto plazo:

–¿Dónde se podía impulsar mejor la transición a la democracia? ¿En la bancada del PRI en el Congreso o desde la Secretaría de Gobernación?

Yo me reuní con Ruiz Massieu en una mesa del University Club a comienzos de septiembre y ahí me hizo la pregunta. En mi columna Indicador Político en El Financiero yo citaba con frecuencia el proceso de transición democrática de España del periodo 1976-1978 con sus tres pasos clave: la ley de la reforma política para elecciones libres, los Pactos de la Moncloa para reordenar el desarrollo y la Constitución como pacto reformador; con esos tres pasos, España había trascendido el franquismo, se había metido en la democracia y había encontrado para potenciar su crecimiento económico.

En septiembre de 1994 México estaba todavía metido en la zona de turbulencia de la crisis política que había comenzado en mayo de 1993 con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, había cimbrado al país con el alzamiento guerrillero del primero de enero de 1994 que no pudo ser reprimido y había tocado fondo con el asesinato del candidato presidencial priísta el 23 de marzo de ese mismo año.

Con todo, el país había logrado elecciones sin el choque de trenes que preveían algunos intelectuales. El saldo no fue impugnado: 48.7% de votos para el PRI, 25.9% para el PAN y 16.6% para el PRD, un escenario diferente al de tensiones electorales de 1988 y desde luego lejos de la ruptura por el clima de ingobernabilidad, secuestros, desajustes en la élite gobernante y violencia política. Los zapatistas habían permitido elecciones sin violencia y el PRD se había negado a ser el brazo político del EZLN. Sin embargo, en septiembre se definían los planes de gobierno y la nueva bancada tomaría posesión el primero de noviembre, fecha de presentación del VI informe de gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari.

Ruiz Massieu traía muy clara la película política: el sistema político estaba crujiendo sus amarras, Ernesto Zedillo no podía ser la continuidad del salinismo y la sombra de Colosio amargaba las expectativas políticas. Lo interesante del asunto es que Ruiz Massieu había sido cuñado de Salinas de Gortari porque estuvo casado con Adriana Salinas, el divorcio no había roto las relaciones políticas. Ruiz Massieu había sido gobernador de Guerrero de 1987 a 1993, destapado un año antes de las elecciones de 1988 y por tanto una pieza adelantada de la candidatura salinista. Terminado su periodo, Salinas lo designó director del INFONAVIT y Zedillo lo hizo secretario general del PRI y candidato a diputado en mayo de 1994 como adelanto de su equipo político.

Como político priísta, Ruiz Massieu fue de expectativas abiertas. Una de sus líneas de interés general fue justamente la transición a la democracia, siguiendo con atención el proceso español aunque sin tratar de calcarlo. Ciertamente que los escenarios eran diferentes: Franco fue un dictador, impuso a Juan Carlos como rey y construyó una élite tecnocrática, pero su muerte llegó cuando toda la oposición se unió para construir una agenda por la democracia, desde los comunistas hasta los monárquicos.

Ruiz Massieu tenía muy claro el proceso español y conocía el perfil político de Adolfo Suárez, el líder del movimiento o falange política española –una especie de partido del poder y del Estado– que había sido designado por el rey Juan Carlos para construir el camino de España a la democracia. En el primer trimestre de 1993, como presidente de la Fundación Cambio XXI del PRI –la heredera del Instituto de Estudios Políticos Económicos y Sociales, el IEPES–, Ruiz Massieu había organizado una reunión internacional con el tema “Las transiciones a la democracia”.

El tema de la transición a la democracia causaba urticaria política a los priístas porque su invocación implicaba que México no era una democracia. En 1975 estuvo en México el entonces líder del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, como parte de la Junta Democrática y se reunió con el entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles. Ahí el mexicano estableció la tesis de que México no era una dictadura como la de España sino un sistema en constante renovación; por tanto, el concepto de transición a la democracia salía sobrando.

De ahí que Ruiz Massieu, con sentido político, reconocía el proceso de transición a la democracia como el camino de un sistema autoritario o dictatorial a uno democrático; Por ello acuñó el concepto de “ingeniería democrática” que por cierto después retomaría Giovanni Sartori para llevarlo al de “ingeniería constitucional” en la construcción de modelos democrático legales. La ingeniería sería, por tanto, un proceso de diseño de un mejoramiento democrático.

Ruiz Massieu tenía la certeza de que México no era una dictadura sino un sistema político con partido hegemónico con un sistema débil de partidos. El ingreso del Partido Comunista Mexicano a la legalidad había distensionado el conflicto social pero no había provocado cambios en el funcionamiento del equilibrio de corrientes. Muy pronto, tres años después de su legalización, el PCM había modificado en 1981 su nombre atemperando el concepto de comunista por el de socialista y luego en 1987 de nuevo mudó su nombre; en 1989, ante el resultado electoral y la importancia del Frente Democrático que impulsó a Cárdenas, el comunismo-socialismo se disolvió y le entregó su registro al PRD comandado por priístas cardenistas.

Hacia 1994 el país había agotado la vertiente del modelo autoritario de partido hegemónico –caracterización dada por Carlos Salinas de Gortari luego de las elecciones de 1988–, la crisis de 1993-1994 estaba exigiendo nuevas formas de convivencia política. De ahí la importancia del proyecto de Ruiz Massieu como coordinador designado de la bancada priísta: una transición democrática o una nueva ingeniería democrática. Y el espacio natural era Gobernación, donde operaría como una especie de Adolfo Suárez mexicano.

Ruiz Massieu tenía clara otra cosa: el liderazgo de la transición. Hacia 1994 ya había un debate sobre las transiciones pero sobre todo en la oposición, el sector académico y algunos intelectuales, pero no dentro del sistema político y más del acosado por la crisis. De ahí la importancia de que el futuro secretario de Gobernación hablara de construir una transición democrática en México.

Y Ruiz Massieu tenía clara una cosa: el liderazgo de la evolución democrático tenía que darse desde dentro. Por eso me dijo una frase muy clara, recordando que Suárez en España había salido de lo profundo del franquismo:
–Las transiciones las hacemos los dinosaurios.

El crimen no sólo cegó la vida de Ruiz Massieu sino que retardo la transición como la construcción de un modelo democrático. En el 2000 Zedillo le ató las manos al PRI en la candidatura, en la campaña y en las elecciones y la transición se agotó sólo en la alternancia, no es la instauración de un sistema político democrático. México pasó de la alternancia a la restauración del PRI en Los Pinos con el mismo sistema político piramidal.

Ahora el PRI ha querido revalidar la figura de Ruiz Massieu. Pero no debe quedarse en el recuerdo sino en la reconstrucción de su modelo de transición a la democracia.

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