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Murió la ciencia política, viva la politología

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


Para César Cansino,
Casandra de la ciencia política
Justo cuando las crisis de los sistemas políticos necesitan de una mayor reflexión teórica, la ciencia política parece estar cantando sus propios funerales. En el 2004 Giovanni Sartori dijo que la ciencia política había perdido el rumbo, en el 2010 el politólogo César Cansino señaló que la ciencia política había muerto y ahora Sartori se despide con pesimismo de esa especialidad que ayudó a crear.

La ciencia política es la especialidad que trata de llevar la filosofía política a la realidad; o, mejor, es la aplicación de la teoría política. Es decir, lo que está en crisis en la parte cuantitativa de la realidad, los estudios sobre la política aplicada y la interpretación racional de la realidad. Es ésa la ciencia política que se agotó en 1989 con el desmoronamiento del Muro de Berlín.

El último texto de Sartori, publicado ayer en Confabulario, la revista cultural semanal de El Universal, revela el conflicto personal de un politólogo a los noventa años de edad. En efecto, la ciencia política o el estudio científico de la política está en crisis pero no terminal. La ciencia política como tal nació en 1951 con el ensayo de David Easton identificando el sistema político como el campo de acción de la política y duró hasta 1989 con el colapso de la Unión Soviética y, diría Fukuyama, el fin de la historia.

De 1989 al 2000 se dio un debate dentro de la ciencia política estadunidense –sin duda la maquinaria que jala a la ciencia política internacional– por la queja de politólogos respecto a que los dirigentes de la asociación americana de ciencia política (ASPA, por sus siglas en inglés) venía de la corriente cuantitativa o economicista, abandonando la parte de la teoría de las ideas y la filosofía política. La rebelión estalló en el 2000 con un documento definido por sus autores como perestroika. No hubo mucho efecto académico, aunque sí una buena corriente de los académicos emprendió un regreso a los clásicos del pensamiento político. Paradójicamente, en XXX, Fukuyama planteó el regreso del Estado sólo que ahora como una nueva categoría: la estatalidad.

En México la ciencia política siempre ha estado en crisis por su pecado original: nació sin autonomía teórica por el dominio ideológico del pensamiento del Estado priísta y la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM surgió para capacitar recursos para el Estado priísta; así, el pensamiento histórico ha dominado el análisis teórico de la realidad política.

Los estudios de ciencia política en México han buscado el mejor funcionamiento de las instituciones sistémicas. Inclusive, la izquierda socialista cayó en la misma trampa política: luego de haber combatido de 1919 a 1947 a la Revolución Mexicana caracterizándola como una ideología dominante, en 1947 se realizó la reunión de los marxistas para aceptar el dominio ideológico de la Revolución Mexicana; en 1989 el Partido Mexicano Socialista, surgido de la célula madre del Partido Comunista Mexicano, cedió su registro a los priístas Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador para subordinar el pensamiento socialista marxista a la ideología populista de la Revolución Mexicana; el proyecto ideológico cardenista-neocardenista no es otro que un PRI populista.

Apenas el pasado fin de semana se realizó el Segundo Congreso Internacional de Ciencia Política de la Asociación Mexicana de Ciencia Políticas (AMECIP) y sus mesas de debate ignoraron la crisis del pensamiento político.

La ciencia política como corriente cuantitativa y analítica de la realidad llegó a su fin, pero su muerte revivirá la politología o la política como filosofía, como teoría y como búsqueda del fundamento real de la polis organizada.

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